viernes, octubre 20, 2006

¿Cuál acuerdo humanitario?

El más reciente discurso de Álvaro Uribe, rompiendo los acercamientos con las FARC para un posible intercambio de secuestrados por insurgentes presos, demuestra una vez más el talante guerrerista del Presidente y sus pocas intenciones de lograr una salida política y negociada al conflicto armado.

No debería extrañarle a ningún colombiano que episodios como éstos, presentados ya en innumerables ocasiones, terminan siempre en una ilusión desvanecida. No es justo que sigan negociando como a mercancías o como símbolos de quién detenta más el poder, la vida de personas que llevan tanto tiempo en el cautiverio, en las selvas donde las condiciones de sobrevivencia son precarias. Es insoportable ver cómo es de evidente que el Gobierno y la guerrilla nunca se van a poner de acuerdo en cosas sustanciales (como su concepción del manejo del país, un programa ideológico, unas prioridades a la hora de poner en marcha ese programa) y le sigan mintiendo al país sobre un posible acuerdo humanitario y proceso de paz, mientras ponen como garantía de cumplimiento de sus acuerdos la vida de los secuestrados.

Entonces, como se sabe que nunca se irán a poner de acuerdo, ¿los secuestrados tienen que seguir esperando para poder volver a reunirse con sus familias, si es que ellos tienen planeado que lo hagan? ¿Cómo es posible? Da lo mismo que estén muertos, puesto que los están matando en vida. Pero el dilema de su salida está en medio de una gran mentira: el acuerdo entre el Gobierno y la guerrilla.

Y ahora este atentado en la Escuela Superior de Guerra, que por los indicios y antecedentes que se han revelado, más parece otro de los "positivos" mentirosos con los que el Ejército le cumple a Uribe con los objetivos de la seguridad democrática. Ese es otro tema, para comentar con más amplitud. Pero en lo que respecta a este caso, los comunicados de las Embajadas de Estados Unidos y el Reino Unido sobre posibles actos de terrorismo en el norte de Bogotá, luego, la reunión de altos mandos militares con representantes de la ONU, justo en un salón de clase univeristaria que habían cambiado sin justificación dos días atrás y la detonación en un momento de poca concurrencia en la zona, todos esos "casos aislados", como es la manía de llamarlos, resultan muy sospechosos y si fueron un montaje, se adivinaría una intención oscura de romper con el acuerdo y dilatar por más tiempo la liberación de los secuestrados. Sin olvidar, por supuesto, que podrían estar aproevechando para tender la tela de la duda y el silencio encima de las denuncias de Gustavo Petro sobre políticos involucrados con paramilitares, en la Plenaria del Senado el martes pasado.

Pero lo más mentiroso, aunque sea una verdad que nos duela profundamente, es la posibilidad de ver algún día a los secuestrados de regreso a casa, mientras los egos y las mentiras del Gobierno Uribe y las FARC, continúen retándose por quién debería controlar el poder y bajo qué ideología.

Fuera de la muerte prolongada que han vivido en cautiverio, el rescate militar que propone Uribe sería firmarles una sentencia definitiva de muerte a los retenidos en la selva.