miércoles, agosto 06, 2008

…No tengas en cuenta tus pecados, sino la fe de tu Iglesia…


Después de la liberación de 15 secuestrados en manos de las FARC –hecho por el cual la Minoría Desinformada se alegró enormemente-, las tan cuestionadas firmas encuestadoras pregonaron el aumento de la fe de los adeptos de la reeligión de Álvaro Uribe en un 91%. No obstante, como afirmó el periodista Daniel Coronell (en su columna del 6 de julio de este año), esto no va a impedir que sigamos desde este espacio denunciando los graves hechos que rondan el presente, pasado y futuro del gobierno de Uribe. Como todos los que han ocurrido después de la liberación:

1. La continuidad de la llamada yidis-política, cuando a raíz de la sentencia de la Corte Suprema, en la cual falló que en efecto hubo cohecho para negociar la reeligión, Uribe propuso un referendo inconstitucional para “legitimar” su permanencia en el poder;

2. Las nuevas capturas de políticos uribistas por para-política, como el líder de la
Iglesia de la reeligión (Partido de la U) Carlos García Orjuela;

3. La infracción al DIH por parte del Estado, al usar indebidamente el símbolo de la Cruz Roja en la Operación Jaque, y la gravedad que implica este hecho para las futuras acciones humanitarias de la Organización, inclusive en la liberación de futuros secuestrados, ya que la mayoría informada no entiende que los funcionarios de la Cruz Roja podrían sufrir retaliaciones en el futuro por parte de las FARC;

4. La confirmación del montaje de alias Tasmania, pero no en el sentido que la Corte Suprema de Justicia le estaba organizando un complot a Álvaro Uribe para incluirlo en el proceso de la para-política, a través del magistrado auxiliar Iván Velázquez –opositor académico de antaño de Uribe-, sino que al parecer el ardid fue orquestado desde círculos cercanos a Uribe para deslegitimar la labor de la Corte, como denunció la Revista Semana (Edición del 22 de junio de 2008). Y el fiscal Mario Iguarán –antiguo viceministro de este Gobierno- ahora nos quiere hacer creer que el mesías fue el engañado.

5. Los regaños de Álvaro Uribe al Banco de la República por echar a perder el especulativo dinamismo de la economía, producto de la bonanza mundial y no de la seguridad democrática, que sí es causante del tímido crecimiento económico de Colombia en época de vacas gordas, porque esta política se sostiene en un gasto público muy elevado, tales como el pie de fuerza o “Familias en Acción”. A esto añádanle un ministro arrodillado e inexperto.

6. La presión contra el recién posesionado Congreso, al calor de la Marcha del 20 de julio, de reformar la Rama Judicial, a quien el Gobierno responsabiliza de la crisis institucional del país, cuando todos sabemos que la verdadera crisis es consecuencia del origen paramilitar de la mayoría de los gestores de las leyes colombianas, y con el hundimiento de la Reforma Política se perdió la oportunidad de purgar al Legislativo, que ahora quiere vengarse de la Justicia y castrarla, para poder seguir llevando a cabo la andanada de legitimar –a las buenas o a las malas- el proyecto paramilitar en el poder.

7. Como si todo esto no fuese suficiente, nuestra entrada anterior refleja el rechazo a la corta visión del país de los ministros de Uribe, que creen que los 44 mal-contados millones de colombianos tienen sus mismos privilegios, y si no, se tienen que borrar del mapa, ya sea en las fosas comunes, en la selva, los ríos, los semáforos, los puentes, la periferia de las urbes nacionales o el exterior.

A Álvaro Uribe no le importa la gravedad de las acciones cometidas bajo su gobierno todo el tiempo, sino mantener convencidos a sus adeptos de que el único problema de Colombia son las FARC, pero cuidado con mirar la mugre debajo del tapete. Si algo le sale mal o comete acciones deliberadas y –muchas veces- perversas contra la nación, no rinde cuentas o asume su responsabilidad política ante las autoridades consagradas en la Constitución, de la cual se ha declarado históricamente su enemigo desde la promulgación de la Ley 100, sino que prefiere consultar la voluntad de “la Patria”, acto tradicional de los regímenes autoritarios autoproclamados democráticos, porque creen que la democracia es que el pueblo decida y haga lo que le venga en gana, sin ningún control.

Lo que la mayoría informada no quiere entender es que el peso de todos estos sucesos caerá en distintas formas sobre los hombros de la población más vulnerable de Colombia: las víctimas del conflicto armado, como los desplazados, masacrados, secuestrados, desaparecidos, refugiados, cercados; los compatriotas cuyos ingresos alcanzan el salario mínimo o menos, a quienes en realidad afectan las medidas económicas del Gobierno o las consecuencias de estas; los profesionales recién egresados que son desdeñados del mercado laboral interno y emigran, generando la llamada fuga de cerebros que impide el progreso del país; los disidentes, que se tienen que exiliar so pena de ser presentados como guerrilleros dados de baja en combate; entre muchos otros. Pero como la historia nacional lo ha demostrado tantas veces, el dolor de cabeza que producen los garrotazos que se le dan a Colombia se pretende curar con compresas tibias y no botando el garrote.

…Tú que vives y reinas por lo siglos de los siglos, amén.

Imágenes: Revista Semana (www.semana.com)