sábado, marzo 22, 2008

La Colombia del odio en blanco y negro




Con una profunda tristeza, nos preguntamos: ¿En qué momento se descompuso esta sociedad en este grado de deshumanización e impunidad?

Colombia está en un alto grado de envenenamiento, putrefacción y deshumanización. Y es fácticamente imposible negar que el principal responsable de esa fermentación de 44 millones de sicarios en potencia, se llama Álvaro Uribe Vélez.

Lo ha sembrado todo, cada rincón de este país, cada mente humana, con potentes gérmenes de violencia que han intoxicado esta sociedad -¿o suciedad?- con una vertiginosidad tan imparable, que lo único que se presiente es una consecuencia trágica y funesta. O en palabras del propio Uribe: una hecatombe.

Eso es lo único que puede pasar con la contaminación de esta sociedad colombiana, que sólo quiere sangre, muerte, guerra, odio, violencia. Eso es lo que quiere la mayoría informada. Por cuenta del odio que destilan las palabras de Uribe Vélez, José Obdulio Gaviria, Fernando Londoño Hoyos, Ernesto Yamhure (quien felicitó a Alfonso Plazas Vega por haber desaparecido a los del Palacio de Justicia en una columna de El Espectador), Plinio Apuleyo Mendoza, Andrés Felipe Arias y todos aquellos que pertenecen a este Estado No Social de Derecha, quienes se aprovecharon del sentimiento de frustración de los colombianos por el fracaso de las negociaciones de paz con las FARC y el engaño de esta guerrilla al gobierno de Andrés Pastrana, para envolvernos en ese manto de venganza e intolerancia.

Desde que la reeligión ha penetrado en las mentes de los colombianos, nos han querido empacar a los que no hacemos parte de esta en un costal que ellos, por orden de su Mesías, han denominado terrorismo. Sin distinción. No importa que rechacemos la violencia de donde provenga (FARC, ELN, paramilitares, militares), pero para ellos, los que no estamos con Uribe debemos llevar una etiqueta en nuestra ropa con la palabra terrorista, como los judíos en la época de Hitler debían llevar la estrella de David en sus atuendos, para poder ser discriminados. Y aquí la inocencia de nadie vale. La ley aquí en Colombia es “todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario”. Por eso ocurren los “falsos positivos”: porque aquí todo el mundo es guerrillero y lo matan hasta que el Ejército se equivoca.

Ahora, han creado un país peor del que teníamos antes: una Colombia fragmentada, dividida, polarizada, en blanco y negro (como lo dijo el publicista Angel Becassino en El Espectador), una Colombia de buenos y malos, los buenos son los adeptos de la reeligión de Álvaro Uribe y los malos, los que no lo apoyamos ni le creemos. Una Colombia de sicarios verbales, que ofenden a todo el que no repita el discurso que ellos se memorizaron. Una Colombia que nos obliga a alinearnos en un bando de dos posibles, porque lastimosamente el que no se alinea es al que peor le va.

Ejemplos de eso sobran: estas vallas que aparecen en las fotos, pagadas por la Corporación Viva Colombia del reeligionista Jaime Gutiérrez; los comentarios soeces en los foros de los medios de comunicación, los comentarios que nos llegan a esta bitácora, las columnas de opinión de algunos de los mencionados arriba, que destilan odio, intolerancia, sevicia; periodistas que actúan como inquisidores torturadores, que obligan a los entrevistados a responder lo que ellos dicen, so pena de señalarlos como enemigos de la opinión pública a la que manipulan con su poder (sí, hablamos sobre todo de Julio Sánchez Cristo, Felix de Bedout y toda la mesa de la W Radio, aunque pueden ir incluidos muchos otros) y ahora lo que denunciaron este fin de semana El Espectador y Noticias Uno: el resurgimiento del paramilitarismo en la figura de Las Águilas Negras, que ya están en Bogotá y ya expidieron un comunicado donde amenazan de muerte a críticos de este régimen, entre organizaciones, congresistas, periodistas “y ciudadanía en general”, por un no probado “apoyo y colaboración logística a la narcoguerrilla”.


Lo más miedoso de todo, estimados lectores, es que la mayoría de colombianos, los que se sienten pertenecientes con fervor al 84% de popularidad –la mayoría informada-, en efecto nos desean esto a la otra mitad de compatriotas: que nos aniquilen las “Águilas Negras”. Eso, o expulsarnos de Colombia. Varios de los visitantes a esta bitácora quieren eso para nosotros. Y para los columnistas de opinión, y para los periodistas independientes, y para los familiares de las víctimas, y para los defensores de las víctimas, y para los que rechazamos la violencia en todas sus formas.

Pertenecer a la mayoría no sirve de nada: Recuerden que fueron mayorías las que elevaron a Hitler y a Mussolini al poder en Europa y no olviden la tragedia que sucedió después. Recuerden que fueron las mayorías las que condenaron a Jesucristo a muerte y prefirieron a un ladrón; ahora son otras mayorías, hoy, las que le rezan y conmemoran su muerte en Semana Santa. Esas consecuencias las va a sufrir Colombia. Nada bueno le puede pasar a nuestro país bajo el mandato de alguien que ha incubado tanto odio con sus palabras y sus actos.

Imágenes: El Espectador (edición impresa) del 23 al 29 de marzo 2008; David Mariño en el grupo Me dan miedo los colombianos de bien en Facebook; Garzón en El Espectador; http://www.ynetnews.com/